PALITROCHE

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER. 
BASADO EN EL TEXTO DE HARUKI MURAKAMI

De qué hablo cuando hablo de correr es un texto sencillo, sin pretensiones y sin poses que se lee como agua. Es, como dice su autor, un libro de memorias que no llega a ser tan sencillo como para llamarle ensayo ni lo suficientemente completo como para llamarle autobiografía. (p.110)

¿Y de qué habla Murakami mientras nos narra acerca de sus correrías? De lo duro que es el mundo de los profesionales.

Ya sé que quién lea la obra y vea lo anterior como respuesta se sorprenderá porque en realidad da la impresión de que Haruki habla de sus maratones y triatlones. Y yo, que me la doy de muy sabueso en esto de leer entre líneas, afirmo que aquello que sólo ocupa una oración en la página ciento doce es lo central del libro.

Cuenta Murakami que en cierta ocasión tuvo la oportunidad de correr en un entrenamiento con la ganadora de la medalla de plata en Barcelona 92, la también japonesa Yuko Arimori. A casi tres mil metros de altura, al cabo de un rato los pulmones - del escritor – maratonista – triatlonista – orador en el MIT y en Harvard- comenzaron a fallarle, la cabeza le daba vueltas, la garganta se le resecó y fue incapaz de seguir el ritmo de la laureada maratonista quien sólo alcanzó a preguntarle: ¿Le pasa algo, señor Murakami? (p. 112)

-  Sí, me pasa que un día cuando tenía dieciséis años me desnudé ante un espejo para analizar todos mis detalles físicos y descubrí que estaba por debajo de la media. (p. 97)

-  Me pasa que ahora que rondo los cincuenta años, las rodillas y todo el cuerpo comienzan a fallarme. (p. 17)

-  Me pasa que la experiencia me dice: Ya has hecho todo lo que tenías que hacer, siéntate a esperar; y el instinto me dicta siempre el mismo monosílabo: Imagina, imagina, imagina... (p. 85)

-  Me pasa que a veces, con toda la preparación del mundo y tratando de controlarlo todo ante una nueva carrera, termino regándola como en aquella ocasión en que a medio mar, durante una competencia de triatlón, descubrí que mis gafas estaban llenas de vaselina. “No te digo... ¡Si seré estúpido! (p. 105)

-  Me pasa, estimado lector, que si bien soy un escritor que vive de su obra, en realidad soy un tipo común y corriente al que lo único que le hace diferente es, además del escaso o abundante talento que poseo, la concentración y la constancia que aplico a todo lo que hago. (pp. 51-52)

-  Me pasa que pienso que correr es una metáfora del vivir y del escribir (p. 55) y para ello es necesario cuidar el físico (no me refiero a procurarle afeites sino a llenarlo de energía mediante el ejercicio que lo libere de las toxinas cotidianas, de las apatías y de las tristezas).

-  Me pasa que pienso que todos necesitamos siempre un plan B en donde tomemos consciencia de que es nuestro plan y como tal nunca nos fue ordenado sino adoptado por voluntad propia, porque ese era nuestro gusto y deseo. “Y es que yo no comencé a correr porque alguien me dijera: “Por favor, ¿podría hacerse corredor?”. Asimismo, tampoco empecé a escribir novelas porque alguien me pidiera: “Hágase novelista, por favor”. Un día, sencillamente, empecé a escribir novelas porque me gustaba. Y otro día, sencillamente, empecé acorrer porque me gustaba. Hasta ahora he vivido haciendo sencillamente lo que me gusta y como me gusta. Y nunca, aunque la gente me intentase refrenar o aunque recibiera críticas malintencionadas, nunca he variado mi forma de actuar. Alguien así, ¿qué más puede pedir?” (p. 95)

-  Me pasa también, señora Arimori, que me doy cuenta de que cuando se trata de ser profesionales “todo resulta más fácil si tenemos bien claro cuál es el objetivo que buscamos... Y es que, por muy mayor que uno se haga, mientras viva siempre descubre cosas nuevas sobre uno mismo. Por mucho tiempo que uno pase desnudo escrutándose ante el espejo, éste nunca llegará a reflejar su interior.” (p.101 a 103)

-  ¡Qué duro es el mundo de los profesionales! Y es duro, no por “los tiempos individuales, el puesto en la clasificación, tu apariencia, o cómo te valore la gente... (sino porque) lo importante es ir superando, con sus propias piernas y con firmeza, cada una de las metas. Quedarse convencido, a su manera, de que ha dado todo lo que tenía que dar y de que ha aguantado como debía. Ir extrayendo alguna enseñanza concreta (no importa lo nimia que sea, pero que sea lo más concreta posible) de las alegrías y de los fracasos. Y, a base de tiempo y de años, ir acumulando una por una carreras de ese tipo para, finalmente, sentirse satisfecho. O, tal vez, aproximarse, siquiera un poco, a algo parecido a eso (sí, tal vez esta expresión sea más adecuada).” (p. 109

-  Señor Haruki Murakami, ¿podría hablarnos aunque sea un poco acerca de escribir novelas?

-  Pues como ya habrás notado en toda esta retahíla de respuestas que le he soltado a mi compañera Arimori después de haberme dejado desinflado con todo su profesionalismo, escribir requiere de talento lo que plantea un problema: el manejo del mismo. Hay profesionales cuyo talento los mata, los destruye. Ahora mismo me vienen al recuerdo Schubert, Mozart (p. 52) o en tiempos más reciente Amy Winehouse. ¿La ha escuchado a dueto con Tony Bennet cantando esa canción llamada Body and Soul?


También hay quienes desperdician el talento que poseen por su falta de constancia. Escribir requiere, como decían en la universidad, de riñones. Y por último escribir requiere de concentración. Por fortuna, la constancia y la concentración, “a diferencia del talento, se pueden adquirir a posteriori mediante entrenamiento, y pueden ir mejorándose cualitativamente. Si todos los días te sientas ante tu escritorio y practicas para concentrar toda tu atención en un punto, vas adquiriendo esa capacidad de concentración y esa continuidad de manera natural.” (p. 52)

-  ¿Escribir es una actividad insana?

-  Sí, así me lo parece. Lo que no significa que el escritor tenga que ser insano. Existe la creencia general de que son personas beodas, que se desvelan, fuman, tienen vida social y una vida tormentosa que les sirve como el baúl de experiencias con las cuales confeccionan sus historias.

“Escribir novelas es una labor insana... (porque se libera), queramos o no, una especie de toxina que se halla en el origen de la existencia humana y que, de ese modo, aflora al exterior... Porque sin la intervención de esa toxina no se puede llevar a cabo una auténtica labor creativa en el sentido verdadero del término... Y eso, se mire por donde se mire, no se le puede llamar una actividad ́saludable ́”. En ese sentido, se necesita una considerable cantidad de energía que sólo puede provenir de la propia fuerza física. (p. 64)

En síntesis, “para tratar con cosas insanas, las personas tienen que estar lo más sanas posibles.” (p. 65) Escribir requiere mantener el equilibro entre la “imaginación y la vitalidad.”

-  Cuánta razón haya quizá en la frase: Mente sana en cuerpo sano. Las historias de Haruki Murakami en este libro vienen con zapatillas de correr, tesón, voluntad, imaginación y talento. 

                                                                                                                                   Autor: Jorge Canela Landa

Comentarios

Entradas populares